La entrada de hoy es especial en muchos sentidos. Por un lado nace de una pregunta surgida en una aula de segundo de bachillerato. Esta pregunta me llegó a mí al día siguiente por boca de Xavier Valbuena, a quien estaba entrevistando (próximamente en sus pantallas). Por otro lado, es una pregunta que implica bastante ciencia, y me hubiera encantado poder publicar su respuesta en mi inactivo blog Así de simple, así de natural (snif, snif).
¿Cuál es la pregunta? Simplificando: ¿Cómo pueden los priones, proteínas mal plegadas, llegar así, mal plegadas, hasta el cerebro? ¿Cómo entran por la pared intestinal?
La pregunta tiene su miga. He rebuscado en los intestinos de PubMed (la república independiente de cualquier búsqueda biomédica) y algo he encontrado... Pero empecemos por el principio.
¿Cuál es la pregunta? Simplificando: ¿Cómo pueden los priones, proteínas mal plegadas, llegar así, mal plegadas, hasta el cerebro? ¿Cómo entran por la pared intestinal?
La pregunta tiene su miga. He rebuscado en los intestinos de PubMed (la república independiente de cualquier búsqueda biomédica) y algo he encontrado... Pero empecemos por el principio.
Situémonos
Los priones son... ¿unos bichos? Ahí está la primera gran sorpresa con los priones: ¿qué son? Son unos agentes que transmiten enfermedades (las de las vacas locas, por ejemplo), pero no son seres vivos, ni virus... No tienen ADN... de hecho, son «simples» proteínas (estrictamente, una glicoproteína, de acuerdo).
¿Cómo pueden transmitir una enfermedad si no tienen nada para replicar? Algo sí «replicarán», si pasan la enfermedad de un organismo a otro. Los priones infecciosos están plegados de una manera distinta a la de los priones no infecciosos. Y resulta que los infecciosos, cuando se encuentran con un no infeccioso, le produce un cambio conformacional; es decir, lo transforma (sin cambiar su composición, por supuesto). «Sólo» lo pliega un poco diferente. Esta minucia, esta niñería, en una proteína tampoco demasiado grande, provoca enfermedades neurodegenerativas que dejan el cerebro del afectado como una esponja (de ahí su apelativo "espongiforme».
¿Cómo pueden transmitir una enfermedad si no tienen nada para replicar? Algo sí «replicarán», si pasan la enfermedad de un organismo a otro. Los priones infecciosos están plegados de una manera distinta a la de los priones no infecciosos. Y resulta que los infecciosos, cuando se encuentran con un no infeccioso, le produce un cambio conformacional; es decir, lo transforma (sin cambiar su composición, por supuesto). «Sólo» lo pliega un poco diferente. Esta minucia, esta niñería, en una proteína tampoco demasiado grande, provoca enfermedades neurodegenerativas que dejan el cerebro del afectado como una esponja (de ahí su apelativo "espongiforme».
Su entrada entraña algún problema
Una persona puede infectarse con priones mal plegados si come carne de animales infectados. Es decir, de alguna manera la proteína mal plegada sobrevive a su viaje por la boca, el esófago, el estómago, los intestinos y el interior del cuerpo, hasta llegar al cerebro donde hace de las suyas, llevando su mala influencia a las proteínas que llevan bien plegadas toda su vida. ¿Cómo lo hacen?
Normalmente, en el intestino existen enzimas, proteasas, que degradan toda proteína que se les pone a tiro, descomponiéndolas en aminoácidos que son fácilmente absorbidos por el intestino. Que luego estos aminoácidos se reorganicen en una proteína plegada de una forma concreta, es imposible (sin intervención de toda la maquinaria de transcripción y traducción, claro). Resulta que la variante «maliciosa» de la proteína es resistente a las proteasas. La normal no, la mal plegada. Sólo esa.
Vale, la proteína está intacta en la luz del intestino (extraño nombre para un sitio que imagino bastante oscuro). ¿Y, ahora, cómo entra?
Normalmente, en el intestino existen enzimas, proteasas, que degradan toda proteína que se les pone a tiro, descomponiéndolas en aminoácidos que son fácilmente absorbidos por el intestino. Que luego estos aminoácidos se reorganicen en una proteína plegada de una forma concreta, es imposible (sin intervención de toda la maquinaria de transcripción y traducción, claro). Resulta que la variante «maliciosa» de la proteína es resistente a las proteasas. La normal no, la mal plegada. Sólo esa.
Vale, la proteína está intacta en la luz del intestino (extraño nombre para un sitio que imagino bastante oscuro). ¿Y, ahora, cómo entra?
Sospechosos habituales
De todos los artículos que he revisado, el más esclarecedor, sin duda, ha sido éste de 2011.
En él, se señalan tres grandes candidatos a vehicular la entrada de este huésped no deseado: enterocitos, células dendríticas y células M (microfold).
En él, se señalan tres grandes candidatos a vehicular la entrada de este huésped no deseado: enterocitos, células dendríticas y células M (microfold).
Enterocitos Se ha observado que la «mal plegá» se puede encontrar dentro de los enterocitos y se ha comprobado que esta entrada precisa de un receptor de membrana concreto: el receptor de la laminina LRP/LR. | Células dendríticas Las células dendríticas son células del sistema immunológico que se encuentran por debajo de los enterocitos. Sin embargo, parece que en ocasiones pueden abrir las uniones entre enterocitos y insertar sus dendritas entre ellos. Así, pueden acceder a la luz intestinal e incorporar proteínas mal plegadas las cuales no son degradadas en su interior. | Células M Pero quizás el candidato más sospechoso son las células M. Estas células, atención, están especializadas en el transporte a través del epitelio (de la luz al interior del «cuerpo») de macromoléculas donde el sistema inmunológico las analizará. De hecho, en el artículo indican que se las ha pillado in fraganti durante su inocente contrabando de proteínas infecciosas. |